Hay cosas que no puedo decir con una canción (aunque sabemos que hay una personita que me saca las palabras de la boca). Y definitivamente no encontré todavía la película que pueda describir ciertas cosas que me están pasando ahora, así que decidí adueñarme nuevamente de un pedacito de .blogspot.com.
Realmente no quiero recaer en algunos temas que creo que están bastante cerrados, o por lo menos es lo que estoy tratando, pero resulta que en estos últimos días volví a conceptos que nunca se fueron del todo. Así como Romeo inmortalizó eso de ser el juguete del destino, haciendo evolucionar un poco el término, creo que yo soy un juguete del tiempo. Todo empezó autobautizándome como la hija del Tiempo. Tarde. La que siempre está un paso atras de todo por más que se esfuerce en llegar a tiempo. Y qué raro que suena eso de llegar a tiempo, ¿Llegar a Papá? Y no llegar nunca... Analizá eso. En fín. Decidí que ser la hija inspiraría cierto "amor" paternal, pero a veces me siento tan utilizada por el tiempo, que decidí simplemente ser su juguete y ponerme a la altura de uno de mis personajes literarios favoritos. Es como si viviera en otro tiempo diferente al de los demás. Entiendo las cosas con cierto delay, teniendo el reloj adelantado 5 minutos sigo llegando media hora más tarde y como la culminación de la tardanza, nunca llegó a Tiempo.
Y despúes de todo este planteo de ser el juguetito de un ser superior, me vinieron encima cientos y cientos de frases que surgieron alguna fatídica mañana. Volví al origen de toda esta poquería de los destiempos. A cuando por primera vez sentí que ya era demasiado tarde. Para avanzar, para retroceder, para darle play, para todo. Por alguna que otra circunstancia comencé a entender el otro lado del reloj. Entendí parte de la bronca mezclada con el cariño incondicional de la amistad, aunque siempre pensé que era solo una fachada para que las cosas no queden mal. Y así como caí en cuenta de esas pequeñeces (no sé si notaron que tardé aproximadamente 6 meses en darme cuenta de eso), también me percaté de que hay cosas que no van a cambiar nunca. Por más que ya no sea lo mismo que antes. No puedo evitar volverme loca cada vez que alguna loquita se le acerca queriendo jugar al "no me mojes". Lo mismo que no soporto ciertas actitudes que siento que tiene solo por el hecho de como se dan las cosas siempre entre nosotros dos (mi manera de darme cuenta es que hago exactamente lo mismo que él). No lo puedo evitar y por el momento tampoco me sirve negarlo.
Por las cosas de la vida, ahora estamos lejos. No solo separados en tiempo, sino también en espacio. Creo que es bueno porque muchas veces tenerlo demasiado cerca fue lo que me jodió la existencia. Entonces sigamos dejando que el tiempo juegue un poco más conmigo, a ver si se apiada y le cae con todo su peso a todos los recuerdos de eso que ya casi no respira.
miércoles, 18 de junio de 2008
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